Enseñanza virtual es más que la videoconferencia

Recientemente, en coautoría con mi compañera Mª de Mar Sánchez Vera, publicamos en «The Conversation» un artículo de divulgación titulado «¿Por qué lo llamamos e-learning cuando queremos decir videoconferencias?«. En este artículo nos planteábamos el absurdo de intentar trasladar la enseñanza presencial a un modelo virtual simplemente manteniendo el horario de clases y dándolas todas por videoconferencia. Esa forma de entender la «virtualización de la presencialidad» pone de manifiesto que no hemos aprendido nada de toda la investigación y experiencia adquirida sobre enseñanza virtual desde los años 90.

Y hoy un compañero me pasaba un enlace a un artículo publicado en El País, de nuevo vinculado a las videoconferencias y el hartazgo que tenemos todos. Los autores lo denominan «fatiga de zoom» y comentan algunos elementos distintivos entre las reuniones presenciales y las reuniones virtuales. Es obvio que ahorramos costes de transporte, traslados, tiempo,… pero todo por videoconferencia nos deja agotados al final del día. Si esta idea la trasladamos a la enseñanza, la reflexión va en la misma línea, pues es mucho más cansado dar 6 horas de clase por videoconferencia que de forma presencial en el aula. Y cuando aludo al cansancio, incluyo al profesorado y también a los estudiantes.

Las soluciones pasan por aplicar los modelos, estrategias y métodos propios de la enseñanza virtual. Exige comprender que la enseñanza presencial y la virtual son dos modalidades diferentes, lo cual nos conduce a plantear necesariamente que hay que formar al profesorado en competencias para el uso educativo de las tecnologías digitales, las llamadas TIC. Y si trabajamos simultáneamente en ambas modalidades, deberemos desplegar todas nuestras capacidades para diseñar situaciones de aprendizaje adaptadas a uno u otro modelo.

Nadie dijo que enseñar fuera fácil. Y estos últimos meses nos han servido para darnos cuenta de que la competencia digital docente va más allá de saber usar un móvil o un ordenador. Enseñar con tecnologías es igual de difícil que enseñar.

Que sirvan estas líneas también para reflexionar y reivindicar la importancia de la formación en Tecnología Educativa en los planes de estudio de todos los especialistas en educación, pues tristemente en muchas de nuestras universidades estos contenidos han desaparecido o tienen una presencia anecdótica, en contra claramente de las necesidades de formación de nuestros estudiantes.

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