Tecnologías y democracia

Es ya un lugar manido y común hablar de la sociedad de las tecnologías, de la era de la información y la comunicación, de la importancia de las tecnologías en el siglo XXI,… Pero a pesar de que parecemos tener asumida nuestra realidad, en el fondo no creo que seamos conscientes de las implicaciones reales de esta nueva sociedad. Y esta reflexión viene al hilo de la política en estos últimos años en España, me explico.

Las tecnologías son a la par visibles e invisibles. Son muy visibles, pues a ver cuántas personas salen por la mañana a trabajar sin su móvil, cuántas no usan tecnologías para desplazarse, o cuántas llegan al trabajo y no tienen que usar ningún dispositivo tecnológico o máquina para hacer su trabajo. Pero a la par son invisibles, pues estamos a menudo en línea sin ser conscientes y las máquinas almacenan información sobre nosotros sin que nos demos cuenta, por poner dos ejemplos. El mito de Gran Hermano (y me refiero a la novela, no al programa de la televisión) poco a poco se va haciendo realidad y no nos hemos percatado de ello.

Esta realidad mutante hace que la información llegue más fácilmente a todos, pero no todos la descodifican del mismo modo ni con la misma capacidad para aprender de ella. Hace ya muchos años presenté una conferencia de Derrick De Kerckhove organizada por la CAM en Murcia. En esa conferencia, el ilustre y reputado De Kerckhove planteaba que las tecnologías democratizan la sociedad. En el turno de preguntas y para romper el hielo, le planteé si realmente él creía que las tecnologías eran democráticas, si de verdad él consideraba que contribuiría a igualarnos. E insistió en que sí. Yo tenía mis grandes dudas y en la actualidad las sigo teniendo, pues la realidad es muy obstinada y se empeña en demostrarnos que no somos todos iguales.

En los movimientos políticos de los últimos años en España estamos viviendo realidades que me sirven también para la reflexión sobre las tecnologías. Tras el 15-M pudimos ver el auge de partidos que no pertenecían al sistema (eso que ellos denominaban despectivamente «casta» y a la cual están tan bien acoplados ahora) y que se movían de forma disruptiva desde los márgenes del sistema. Y en las recientes elecciones de Andalucía lo hemos vuelto a ver: un partido sin estructura institucional que aparece con cientos de miles de votos. Más allá de reflexiones políticas o sociológicas en las que no quiero entrar, en ambos casos la red ha servido como vehículo indiscutible de propaganda política. Y no solamente «la red» en sentido grandilocuente, sino el «peer to peer», la comunicación directa entre usuarios, las redes sociales y el envío de información digital de forma fácil y rápida. Las redes como instrumento para difundir información (en ambos sentidos, la de los propios partidos y la de los antagonistas que promueven la difamación, las llamadas últimamente «fake news»).

Entendiendo estos ejemplos, sí podemos pensar que las redes están contribuyendo a la democracia, pero no a la democratización. Nos están facilitando la información y la comunicación, pero para ser capaces de discernir, juzgar, reflexionar o criticar toda esta información hay que tener, sin duda, una gran capacidad y un enorme espíritu crítico, aspectos en los cuales las tecnologías no nos forman por sí mismas. Arrimando el ascua a mi sardina, todos estos pensamientos en voz alta me sirven para reclamar una vez más una educación que nos ayude a entender nuestro mundo de tecnologías; una educación que nos forme para la sociedad en la que vivimos y en la que viviremos; una educación abierta a los tiempos y flexible para responder a sus demandas; una educación que forme a los estudiantes del presente pensando en los ciudadanos del futuro; y una educación que de verdad considere las tecnologías como una herramienta poderosa que, al igual que un martillo, puede servir para dar forma al David de Miguel Ángel o para romperte un dedo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*


− 2 = tres